La presentación del libro de Paul Krugman, y posterior debate con Pedro Schwartz y Manuel Conthe, en la Fundación Rafael del Pino. (Versión original, sin subtítulos).
La presentación del libro de Paul Krugman, y posterior debate con Pedro Schwartz y Manuel Conthe, en la Fundación Rafael del Pino. (Versión original, sin subtítulos).
En una entrevista que publicaban ayer, Paul Krugman, de visita en España para presentar su libro, hablaba de su difundido anuncio de un posible ”corralito” en nuestro país y en otros si se rompía el euro. “No pretendía montar tanto barullo cuando lo dije [en una entrada de su blog]. Es algo que se aplicaría hasta que se introdujera la nueva divisa. Pero no es algo que vaya a pasar así como así”, declaraba. Y también, a la pregunta de si le afectaron las críticas del Gobierno español: “Es normal que un Gobierno no quiera que un economista provoque pánico, yo no lo pretendo tampoco, pero tampoco quiero ser deshonesto. Por supuesto, un Gobierno siempre dirá que esto nunca va a ocurrir. Es una de las reglas de las devaluaciones, se niega hasta que sucede.”
Ya comenté en su día que el “vaticinio” de Krugman no era exactamente como lo estaban difundiendo en la prensa española. Por otro lado, si la prensa española consideraba que Krugman decía una tontería, ¿por qué diablos la publicaba? Dándole, además, categoría de gran noticia.
Pero el meollo de la cuestión es, en efecto, si un economista, y uno de la categoría y la influencia de un premio Nobel, debe de decir públicamente aquello que piensa que va a suceder si los acontecimientos siguen un determinado curso, aunque ello provoque cierto pánico, o debe callarse para evitar que cunda ese pánico. Yo, desde luego, voto por lo primero.
Krugman ha debatido con Pedro Schwartz en la Fundación Rafael del Pino. Espero que en la Fundación hayan tenido la precaución de filmar el debate y tengan la bondad de ponerlo a disposición del público en internet. Entretanto he de atenerme a las reseñas y en alguna he leído algo sorprendente: que Schwartz le negó a Krugman que supiera lo suficiente de economía, dado que le habían dado el Nobel por un trabajo sobre comercio exterior.
Me sorprende, y negativamente, por varias razones, ese comentario, siempre que sea cierto, claro: una, porque el Nobel de Economía suele concederse por un trabajo específico; dos, porque Krugman es licenciado en Economía por Yale y doctor en Economía por el MIT; tres, porque Schwartz, con una larga y admirable trayectoria profesional, es doctor en Derecho y en Ciencias Políticas.
Espero que no sea cierto y no estemos ante el clásico y más chapucero ad hominem. Confío, en fin, que el gran “argumento” contra las ideas de Krugman no sea ése de que no tiene suficiente formación económica.
La proliferación de datos con bicho es uno de los fenómenos más molestos de la crisis en la prensa (y también de la crisis de la prensa). Por ello es recomendable entretenerse, aunque sea ocasionalmente, en hacer las comprobaciones pertinentes. Una acaba de comprobar así cuál es el número más probable de empleados públicos que hay en España. Y no es el que viene difundiendo el diario El Mundo estos días ( tres millones ciento y pico mil).
El periódico de Pedro J. Ramírez aportaba como fuente el INE; esto significa, me temo, que la fuente es la Encuesta de Población Activa. Por ello parece más ajustada a la realidad una estadística que no sólo tiene en cuenta la EPA, sino también el Registro Central de Personal, los Presupuestos Generales del Estado y la Intervención General del Estado.
Me refiero al Boletín Estadístico del Personal al servicio de las Administraciones Públicas, que publica el Registro Central de Personal. De acuerdo con él, el número de empleados públicos, según los últimos datos recopilados correspondientes a 2011, y publicados en febrero de 2012, en todas las administraciones, incluidos interinos, contratados, empresas y organismos públicos (estatales), asciende a 2.690.099.
En el mismo boletín se explican, como es preceptivo, la metodología y las fuentes.
Un dato de interés, que no se publica prácticamente nunca: del 1.347.835 de empleados de las Administraciones autonómicas, un 40 por ciento son docentes no universitarios; un 37,2 por ciento es personal sanitario; un 2, 9 de la administración de Justicia y un 1,9 de fuerzas de seguridad. Es decir, un 82 por ciento de los empleados públicos autonómicos trabajan en la enseñanza, la sanidad, la justicia y la policía.
Tengo la impresión de que mucha gente que se muestra tan decididamente partidaria de despedir a un millón de funcionarios, o a medio, o a cuantos más mejor, cuando oye “funcionario” imagina a un señor tomando cafelitos. Es decir, no imagina que el funcionario al que quiere echar es su médico o el profe de sus hijos.
De vez en cuando, conviene echar un vistazo al retrovisor para observar, quizá entender, la actualidad. De nuevo, Burckhardt:
“Algo que no necesitamos desear porque ya existe, nos alegremos o no de ello, es la Europa como un antiguo y nuevo foco de vida multiforme, un lugar de origen de las más magníficas creaciones, un hogar en que todos los contrastes se disuelven en una única unidad y donde se les da voz y expresión a todas las tendencias del espíritu.
Lo que es europeo es, en efecto, la manifestación colectiva o individual de todas las facultades, a través de monumentos, obras de arte, palabras, instituciones y partidos; es la plenitud de la vida intelectual y moral, en todos los aspectos y en todas las direcciones; es la ambición que siente el espíritu de dejar testimonio de todo lo que hay en él, y de no someterse en silencio a las monarquías universales y a teocracias tales como las del Oriente. Desde un punto estratégico alto y distante, tal como debe ser el de un historiador, le resulta bello y armonioso el sonido de todas las campanas, sin que importe que no es así cuando se lo escucha desde la cercanía: “la discordia se transforma en armonía” (discordia concors). ”
Jacob Burckhardt, Juicios sobre la historia y los historiadores (Notas del 4 de mayo de 1869)
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Dos comentarios de lectores a mi columna de hoy, el uno más faltón que el otro, y compréndase: sin malos modales no se puede disentir de un argumento o de un dato. Pero el lector que dice vivir en el Reino Unido y afirma que no existen medidas moderadoras del gasto sanitario, se equivoca: allí se contribuye de forma específica al coste de los medicamentos en una cantidad que se reduce para los pacientes en tratamiento regular. (Fuente: “Nada es gratis”, 2011).
En cuanto a la otra observación: que no es copago, sino “repago”. Bien, pues el “repago” es necesario como instrumento de moderación del consumo. Y mudarse a un sistema de seguro voluntario (tipo EEUU) no reduce tampoco el gasto sanitario. Al contrario. Estados Unidos gasta en sanidad el doble que España, en términos de PIB, con la diferencia de que allí no hay cobertura universal y aquí sí. O, por poner otra comparación, gasta lo mismo que el Reino Unido y sin cobertura universal.