Los socialistas sorprendieron hace meses con una propuesta de reforma federal de la Constitución. ¿Qué sentido tenía una reforma federal en un Estado que es prácticamente, en casi todo menos en el nombre, una federación? Eso preguntamos entonces. La respuesta apuntaba a que la reforma federal del PSOE era un puro tacticismo destinado a darle cobertura al PSC y, bueno, también a sí mismo.
Era un argumento de fuga para eludir la cuestión: ¿usted quiere que España sea un Estado o quiere que sea una coordinadora de estados soberanos?
El PSC era, como es natural, el más acuciado por encontrar un lugar en tierra de nadie, ni con los unos ni con los otros, entre el secesionismo y el no secesionismo, el cual halló en “el derecho a decidir con permiso del Gobierno central” y la ya citada reforma federal.
Bien. El PSC, por boca de Pere Navarro, se ha pronunciado contra una de las asimetrías más notorias del Estado actual: el concierto económico, el cupo fiscal, que rige el modo en que País Vasco y Navarro aportan a la Hacienda común, y que como han señalado algunos de quienes lo han estudiado (Mikel Buesa, por ejemplo), conduce, tal como está diseñado, a que aporten menos de lo que deberían.
Sean cuales fueren las intenciones de Navarro al decir esto, su pronunciamiento está en línea con una idea federalista, por lo que debería haber sido apoyado por el PSOE de la reforma federal. Pero no ha sido así, en absoluto. El PSOE, rápidamente, le ha parado los pies. ¿Y su apuesta federal? Ah. Tal vez están por el federalismo asimétrico. Esta es una variante Animal Farm: todos los animales autonómicos son iguales, sí, pero algunos son más iguales que otros.

