No seríamos exagerados si no fuéramos españoles, y viceversa. Ayer le oí decir a una periodista de El Mundo, bien que en una entrevista informal e intermedia, que el affaire Bárcenas era una amenaza más grave que la prima de riesgo. El tono general en la prensa y aledaños es apocalíptico, as usual. ”Todo está podrido”, ” todo corrompido hasta la médula”, (aunque ese “todo” solo incluye a la política) y todo a punto del derrumbe final (ahí, sí, ”todo” es todo). Por supuesto, nadie nos gana en corrupción política; a lo sumo, se menciona Italia, aunque no suele mencionarse que tras la desintegración del tradicional y corrupto sistema de partidos, la DC, el PSI y tutti quanti, lo que apareció fue Berlusconi.
Bien. Ex oriente lux. Fíjemonos en Japón, un país con sobresalientes rasgos de honestidad, civismo y buenas maneras; donde uno espera que la ley se cumpla, no como en España, etc.etc. Pues Japón fue durante muchos años -y quizá aun siga siéndolo- una de las democracias más corrompidas del mundo mundial. Con unos partidos políticos, y particularmente, el que fuera dominante, al lado de los cuales, los nuestros son unos ladrones honrados. Aquí dos informes que ilustran al respecto: Corruption and Government Scandals in Japan; Corruption through political contributions in Japan; Political Corruption
Y ahí siguen, tan pichis.

