Catarsis griega

¿Todo depende de lo que voten los griegos? Obviamente, no. Las decisiones del resto de la eurozona contarán. Mejor dicho: ya han contado. Y en esas decisiones ha tenido su incidencia el votante alemán, por supuesto.  Yo diría incluso que la opinión del habitante de Renania Palatinado, por mentar a una de las 16 comunidades autónomas de la RFA, ha sido más determinante  que la opinión del habitante de Atenas.

Por ejemplo, por esto que afecta más directamente a España, pero que también ha estado presente en el caso griego, y que expresaba así el economista Luis Garicano en un artículo escrito tras el rescate bancario:

Desgraciadamente, España no ha podido conseguir un objetivo clave en estas negociaciones: que Europa asuma parte del riesgo del rescate del sector financiero, sin que este recaiga directamente sobre los ya sobrecargados hombros del contribuyente español. Al fin y al cabo, los que prestaron a nuestro sistema financiero fueron los bancos, cajas y compañías de seguros del norte de Europa, y deberían correr con las consecuencias de estas decisiones.”

El clásico conflicto entre acreedores y deudores, que subyace a la eurocrisis,  todavía no se ha resuelto satisfactoriamente.

Segundo asunto: Alexis Stipras. Ya he dicho que este hombre no está loco, aunque su coalición sea y se llame de izquierda radical.  Su órdago: o se alivia la austeridad o hacemos default  es serio, teniendo en cuenta que la salida de Grecia del euro sumiría al país en el caos pero también sumiría en el caos a la eurozona…La amenaza de la destrucción mutua.

Puede que una de las pocas ventajas de una victoria de Stipras respecto a la de Samara es la siguiente:   la eurozona deberá tomar decisiones transcendentales -y tal vez, “la” decisión- en poco tiempo.

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Directamente, sin intermediarios, léase el informe del FMI sobre España (Declaración Final de la Misión del FMI, Madrid, 14 de junio 2012).

De la misma manera y por las mismas razones, léase el Boletín del BCE de junio 2012,  de la página 109 a la 111, donde aparece  un breve análisis de la evolución presupuestaria de los principales países de la eurozona, entre ellos, España, y del cual nuestra prensa dedujo que el BCE exigía más recortes a las comunidades autónomas.

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Grita tanto que la gente no la escucha

En las notas que escribió para sus clases en la Universidad de Basilea, esta reflexión de Jacob Burckhardt, que corresponde al año 1867, y parece escrita para mañana:

“La opinión pública, es decir, la pasión que se adueña de todo un pueblo, es realmente irresistible. Pero el verdadero éxito de la prensa actual se encuentra más en la nivelación de ideas que en la acción inmediata, que es lo que recomienda y demanda a más viva voz, y que por lo general es, con frecuencia, lo último que ocurre, dado que a veces la prensa grita con tanta fuerza que, por esa misma razón, la gente ya no la escucha.”

(Juicios sobre la historia y los historiadores, Jacob Burckhardt)

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El rescate visto desde España: el problema de las dos partidas

Uno de los problemas del Gobierno en la eurocrisis y en la hispanocrisis es que ha de jugar en distintos frentes y con estrategias que entran en conflicto. Pongamos como ejemplo el rescate bancario. En un artículo que aparecía hoy en la prensa de papel en relación al citado rescate, se preguntaba: ¿a qué juega el Gobierno? y se pedía que si alguien lo sabe, lo explique. Aunque era una pregunta retórica, de esas que se hacen sin ánimo de recibir respuesta, creo que puedo dar una.

¿Por qué el Gobierno insistía en que España no necesitaba ningún rescate en los días previos a la negociación del rescate? Obviamente, no porque creyera que no se necesitaba. Estaba “amenazando” con no pedirlo y provocar así una situación crítica para España, pero también para la eurozona en su conjunto, y ello a fin de conseguir el tipo de rescate que quería: uno que fuera directamente a la banca y no implicara una intervención al estilo de Grecia, Irlanda, Portugal.

Al otro lado de la mesa,  los portavoces de la eurozona decían que España tenía que pedir un rescate con las mismas reglas que rigieron los anteriores, y si no, allá ella.  Es decir, estábamos en la estrategia negociadora que se ejemplifica en el juego del gallina (tal como señalaron en Nada es gratis, y recogí en una columna al respecto).

Resuelto el asunto de una manera sólo relativamente favorable a las pretensiones del Gobierno español, la cuestión era como presentarlo. Y ahí es donde el Gobierno  cometió el error. Al cantar victoria, y presentarlo como un triunfo, entraba  en contradicción con su posición inicial:  la de sostener que no era necesario ningún rescate y que nos las arreglaríamos solitos. No puedes decir que no precisas ayuda y cuando te la dan, decir que has conseguido lo que querías.

Bien, vale, se puede decir, pero a riesgo de generar confusión,  y  que nadie te crea nada:  de perder credibilidad ante los ciudadanos.  Habría dañado menos la coherencia -y la credibilidad- que De Guindos y Rajoy se hubieran limitado a decir que tomaron la decisión de aceptar el rescate a la vista de que las condiciones ofrecidas por la eurozona eran razonables, esto es,  mejores de las que se hubiera encontrado España en caso de acudir al mercado. Y punto. Fuera pavoneos.

Pero el gobierno quiso ganar dos partidas a la vez: la que se jugaba en la mesa de la eurozona y la que se juega con la opinión pública española. Debió de renunciar a ganar la segunda. Por querer ganarla, la ha perdido.

(Y no me refiero a la partida con los mercados, porque esa de antemano, y por lo pronto, es imposible ganarla, e imagino que el Gobierno no tuvo un ataque de candidez, y pensó que también podía ganar en ese tablero).

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El precio de la Universidad

“Tenemos la generación mejor formada de la historia”. Pocas mentiras piadosas habrán encontrado mejor acomodo en la credulidad colectiva. Pues, una de dos, o aserto tan celebrado resulta ser falaz, o nuestros empresarios son tontos y desaprovechan a conciencia ese prodigioso caudal de capital humano. Lo cierto es que la tasa de rendimiento pecuniario de un título universitario local apenas llega a la mitad de la que corresponde a sus equivalentes en la OCDE. Así las cosas, el mercado lleva lustros sin tomarse en serio el relumbrón de los diplomas académicos a la hora de fijar su retribución, priorizando otros atributos como pueda ser la experiencia. Y es que, tras el velo autocomplaciente de las estadísticas de graduados, lo que aquí hay es una burbuja educativa que nada tiene que envidiar a la del ladrillo. Pretencioso soufflé,  el de una universidad que incurre en el esperpento de expedir títulos oficiales  a los cocineros, que la crisis ha venido a revelar insostenible. Al respecto, un primer paso urgente para recobrar la sensatez sería reducir el número de carreras a las – contadas – que realmente han de ser universitarias. Muy perentoria profilaxis a complementar con la eliminación  de esos modernos timos de la estampita que responde por postgrados (un floreciente negocio parasitario asentado sobre la degradación del producto básico).  Admitamos de una vez lo que tantas y tantas carreritas de nuevo cuño en verdad son: estudios de FP con aires de grandeza. Luego, hecho eso, súbanse las tasas. Y, en la medida de lo posible, emúlese la reforma que los conservadores acaban de implantar en el Reino Unido. Allí, el dinero no levantará ninguna barrera entre el talento y la educación superior. Cameron ha multiplicado, sí, el precio de las matrículas. Pero cualquiera que lo solicite recibe un préstamo avalado por el Estado a fin de asumir el coste. Un dinero que deberá devolver a los contribuyentes a lo largo de su vida laboral. En formación, tenemos tanto que aprender.

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Orgullo y prejuicio (El rescate visto desde Frankfurt)

Como era de esperar, no se ve igual el rescate desde Madrid (o Barcelona) que desde Berlín (o Frankfurt). Aunque igual es un aspecto secundario, la prensa española y la alemana también ven de manera diferente quién ha ganado la partida, por así decir.

Como muestra, una porción de dos artículos en el FAZ (Frankfurter Allgemeine Zeitung), el principal diario alemán, en traducción exprés de la casa.

Spaniens Reform-Rabatt (aprox. España logra una rebaja), FAZ 10-06-12

El caso de España muestra lo siguiente: del principio “alemán” de conceder ayudas en el ámbito de la eurozona sólo a cambio de las más estrictas condiciones de reforma, ya no queda  apenas nada. (…) Ahora hay bailout sin costes políticos y los deudores dictan las reglas. La “señora NO” ha renunciado  al último as del que disponía.

Heike Göbel, redactora jefe de Economía

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Spaniens Stolz (Orgullo español),  FAZ 8-06-12

Es vergonzoso que España pretenda que se le apliquen reglas distintas a las de Irlanda. Cuando hace año y medio, en la isla verde estalló la burbuja de la especulación,  se redujeron a la mitad  los precios de la vivienda  y el país hubo de pedir ayuda, los irlandeses no se quejaron, sino que ajustaron sus estructuras económicas y aceptaron la evidencia, es decir, que eran responsables de sus deudas. Los españoles, en cambio, desean que los costes de su especulación colectiva los paguen otros.

A cualquier precio (eurobonos, rescate bancario, unión bancaria, …) España, junto con Francia e Italia, quiere forzar a una colectivización de las deudas en la eurozona. Ahora plantea Madrid un “rescate blando” a fin de evitar el estigma griego-irlandés-portugués de la ayuda condicionada.

(…) En la unión monetaria han de regir las mismas reglas para todos. No puede haber miembros de primera y segunda clase, elegidos según el tamaño del país o el orgullo de sus habitantes.

Holger Steltzner, editor

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Ya que algunas  almas cándidas (o no tanto) se escandalizan por  la “germanofobia” que según ellas destila  la prensa española, bien estaría que se escandalizaran  igualmente por cierta carga de prejuicios hacia los españoles que se advierte en alguno de estos comentarios. Hombre, salir con eso del orgullo. Y en la pluma  no de un gacetillero del Bild, sino de un editor del periódico más prestigioso de Alemania.

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