¿Es una opción (realista) salir del euro?

Dos opiniones significativas:

Antón Costas, “Ni contigo ni sin ti“, El País, 5 de agosto 2012:

(…)Por qué Alemania impide al BCE actuar como un verdadero banco central es un misterio. Especialmente si se tiene en cuenta que los estudios sobre los costes de una ruptura parcial o total de la eurozona señalan que Alemania sería la gran perdedora. Si es así, ¿cómo entender su tozudez, arrogancia y bravuconería? Podemos plantear dos hipótesis.

La primera es que su conducta esté movida por sus intereses nacionales a corto plazo. La austeridad impuesta a los países sobreendeudados sería una forma de dar tiempo a que los ahorradores y los bancos alemanes recuperen lo que prestaron al sector público y privado esos países. Además, al refugiarse los capitales en la deuda alemana le permite practicar dumping financiero y financiarse a coste cero o negativo, en perjuicio de la Hacienda y de las empresas de los más débiles.

La segunda, es que su conducta esté motivada por su visión de cómo avanzar en la integración europea. Alemania quiere forzar a Francia a aceptar la Unión Política como paso previo a dejar al BCE hacer las funciones de banco central; pero Francia se resiste a esa condición y defiende la Unión Bancaria. El resultado incierto de esta nueva guerra franco-prusiana es el riesgo de ruptura del euro.

Cuando escribo no sé si Draghi se habrá salido con la suya o Alemania le habrá vuelto a poner de rodillas. Si ha sido esto último, probablemente España se verá obligada a pedir un rescate en alguna de sus modalidades. Si es así, veremos que el dilema de si permanecer o salir del euro se planteará con todo su crudeza. Porque el rescate sería como si en vez de lanzar un salvavidas de corcho, que te ayuda a flotar y volver al barco, te lanzasen uno de acero, que te hunde definitivamente en la recesión, el estancamiento, el desempleo y la pobreza. En esas circunstancias el dilema del euro se expresaría con toda su fuerza.

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Lorenzo Bernaldo de Quirós, “Hacia el default: ¿dentro o fuera del euro?“, El Mundo, 30 de julio 2102:

(…)En este contexto emerge una alternativa terrorífica a priori: reestructurar fuera del euro. El argumento central contra esa opción es que llevaría a la economía española a una posición dramática, con una caída irrecuperable del PIB, con un empobrecimiento brutal de los ciudadanos, con un aumento aún mayor de la prima de riesgo, con el hundimiento del sistema bancario, con el cierre a perpetuidad de los mercados y con el riesgo de desatar una dinámica hiperinflacionaria. La casuística del apocalipsis podría extenderse hasta donde la portentosa imaginación humana tiene capacidad de proyectarse. Esto no quiere decir que la salida del euro o su estallido carezcan de importancia o que sus efectos no sean dolorosos en el corto plazo. Ahora bien, el abandono de la moneda única no tiene porqué ser una tragedia irreparable.

En un reciente trabajo, Manuel Balmaseda traía a colación un estudio del Center for Economic Policy Research en el que se analizaban los resultados de los 13 principales países del mundo que han devaluado sus monedas para salir de la crisis en las últimas dos décadas: Islandia, Argentina, Georgia, Indonesia, Tailandia, Malasia, Corea del Sur, México, Irán, Gran Bretaña, Italia, Finlandia y Suecia. La depreciación de la divisa en esos estados osciló entre un 96% y un 23%, con un valor promedio del 43%. Tres años después del ajuste cambiario, el PIB había superado el valor previo a la devaluación en diez de esas economías, alcanzando un crecimiento medio del 10,3%. Como enseñó Milton Friedman, es más fácil, más rápido y menos doloroso para recuperar la competitividad y el crecimiento modificar un solo precio, el tipo de cambio, que toda la estructura de precios relativos de una economía.

A mayor abundamiento, las rupturas de las uniones monetarias no siempre tienen ni han tenido efectos apocalípticos. En concreto, el abandono del patrón oro en 1931 del Reino Unido y de sus socios comerciales, de Noruega, de Dinamarca, de Suecia y de Finlandia no produjo el hundimiento de sus sistemas de medios de pago ni una hiperinflación, sino la salida de la depresión. Por el contrario, los estados del Bloque del Oro -Francia, Holanda, Bélgica, Italia y Polonia- se instalaron en un ciclo depresivo hasta el colapso final de ese régimen cambiario en 1936. Lo mismo sucedió con las economías latinoamericanas que rompieron su paridad con el dorado metal y dejaron flotar sus divisas. Lograron desvincularse de la Gran Depresión. La clave no es el abandono de una unión monetaria, sino la política que se aplica después de tomar esa decisión.(…)

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Garzón (por Ruiz Quintano)

Garzón

Ignacio Ruiz Quintano (ABC)

Con el “Curiosity” posándose en Marte y Chavela, la resucitada de Manolo Arroyo, poniendo el pie en el otro mundo, viene Garzón  con la serpiente del verano:

Soy el último exiliado del franquismo.

La banalización del exilio que hace Garzón es más graciosa que la banalización del nazismo que hacen los progres con Mou, apagando el incendio tuitero que el pizpiretismo de Ana Pastor, la Eva Longoria de los pobres, había provocado con su destitución.

Me dejé la juventud luchando contra la dictadura –viene a decir el hijo predilecto de Torres, Jaén, aprovechándose de esa memoria de pez que es el secreto de la cultura progre.

Como los “zan-ryū Nippon hei” (aunque él va de Dreyfus, Garzón sólo sería un epígono hispano de Teruo Nakamura), el último exiliado del franquismo cuenta cosas que los hombres corrientes no podemos creer. Cuenta que la gente por la calle se ofrece a escoltarle, pero ya suponemos que lo que quiere esa gente es divertirse con sus cuentos de viejo luchador antifascista.

Cristina Losada, que sí estuvo en esa pelea, se tomó la molestia de buscar y concluyó que el pedigrí antifranquista de Garzón “es un triste folio en blanco”.

Estuvo en unos seminarios que no eran de los que organizaba el PCE para captar gente… La única acción heroica que se le conoce ya corresponde al 23-F. La ha contado él mismo. En su primer juzgado, Valverde del Camino, se armó de unos prismáticos para observar el cuartel de la Guardia Civil del pueblo. Ah, y guardó unos papeles.

Y proponía que le inventaran un historial: una novia de la ORT, un concierto de Raimon, un ejemplar de Ruedo Ibérico, una ficha policial… Lo malo es que “toda su claque cojea del mismo pie sobrevenido”.

Que ahí está Almodóvar.

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La fracasada

¿Cómo podrían reaccionar un físico, un químico o un astrónomo tras acusar recibo de que la ciencia lúgubre, tan altiva, tan imponente, tan sofisticada, tan celebrada en los salones del poder, se rige por un ramillete de hipótesis deductivas establecidas hace más de doscientos treinta años? Premisas jamás comprobadas empíricamente, por cierto. Quizá darían en sonreir, y no les faltarían poderosas razones. Pero exactamente así es como están las cosas. La Química, la Física, la Biología, las disciplinas que reclaman algún rigor formal, han progresado saltando de un paradigma a otro a lo largo del tiempo. La Física abandonó las certezas de Newton, inmutables desde el siglo XVIII, para reemplazarlas por los principios de la relatividad especial. Nuevos cimientos que más tarde habrían de ser orillados a favor de la teoría de la relatividad general. La misma que después se vería eclipsada en beneficio de la mecánica cuántica, antesala a su vez de la teoría de las supercuerdas. Fundamento, ese, aún imperante hoy, a la espera de que también caiga enmendado por ulteriores avances. Ocurre en todos los saberes que se dicen científicos. En todos excepto en la Economía. De ahí su insólita  extravagancia. ¿Dónde encontrar otro conocimiento con pretensiones de respetabilidad que, en el año 2012, mantenga idénticos postulados básicos que en 1776? Copérnico o Kepler, por ejemplo, no reconocerían nada de la Astronomía contemporánea. Nada de nada. Sin embargo, el reverendo Adam Smith – o cualquier momia de la escuela psicológica  austriaca – encontraría familiar el ambiente de un departamento universitario de Teoría Económica. Tres siglos después, la profesión sigue hablando en su mismo lenguaje, con apenas leves cambios ornamentales, como el recurso a algún adorno matemático.  ¿A qué extrañarse, pues, de que la ortodoxia académica fuese incapaz de prever la mayor crisis sistémica del capitalismo excepción hecha de la Gran Depresión de 1929? Y es que no solo asistimos a una catástrofe económica en toda regla. Acaso resulte aún mucho peor nuestra bancarrota intelectual.

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Qué poco diferentes

“Los quebequeses creen que su idioma es una especie de escudo protector invisible que protege su identidad cultural de la norma norteamericana. El francés otorga a los quebequeses una seguridad cultural frente a Estados Unidos que los anglófonos de Canadá no pueden dejar de envidiar. Sin embargo, los quebequeses no muestran la misma confianza frente a su minoría no francófona. Temen que la disminución de la tasa de nacimientos y la creciente inmigración inglesa terminen por diluir la presencia del francés en América del Norte. Intentan controlar las políticas de inmigración para maximizar el número de inmigrantes francófonos. Legislan para restringir los derechos de la gente a mandar a sus hijos a colegios anglófonos. La policía del idioma se encarga de ir a las pequeñas ciudades del este, despreocupadamente bilingües, para fotografiar diminutos carteles en inglés en tiendas de barrio. Se procesa a los tenderos, para enfado de la población bilingüe, tanto de origen francófono como anglófono. Existe una mezquindad en la política idiomática que contradice la seguridad cultural que los quebequeses proyectan sobre su capacidad para sobrevivir y florecer.”

Sangre y pertenencia. Viajes al nuevo nacionalismo, Michael Ignatieff

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Disquisiciones epistemológicas

¿Qué sería de la Física si los neutrones financiaran lobbies, los electrones untaran a tertulianos de su cuerda, los protones poseyeran empresas editoriales y los neutrinos, cátedras afines?

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