Se destaca de Thatcher que fue la primera mujer -y última, por ahora- que fue primera ministra del Reino Unido. No estoy muy segura de que le gustara ser recordada por eso; lo digo mejor: apuesto a que no le gustaría nada. Esos rankings parten de la ofensiva premisa de que hay que destacar que una mujer llegue a algo.
Mucho más significativo es que alcanzara el liderazgo del Partido Conservador británico la hija de un tendero. Los tories, es decir, su rango dirigente, eran entonces un club muy elitista y clasista. Esto sí que fue rompedor.
Puestos en lo femenino, se exhorta a las feministas a reconocer el mérito de Thatcher, olvidando que el feminismo militante no está con la mujer, sino con la doctrina, que le lleva a distinguir muy bien quiénes son mujeres y quiénes no. Una política de derechas no lo es. Sólo es mujer la que tiene conciencia de la opresión, etcétera, etcétera.
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Thatcher transformó su país, y hay una paradoja de la transformación, que señalaba John Gray. Ella quería recuperar la Gran Bretaña de los cincuenta, con su forma de vida y sus valores. Pero los cambios económicos que impulsó acabaron con los últimos vestigios de aquella Inglaterra. Como socavaron la base social de los tories y abonaron, así, el terreno para la nueva y larga época laborista de Blair.
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¿Causa general contra la Monarquía? (VLC News)
Desde que la corrupción de Urdangarín alimenta telediarios y revistas que llamamos del corazón aunque se ocupen de otras vísceras, la Monarquía ha pasado del limbo de los justos al banquillo de los penitentes. Y esto sin transición en un doble sentido. De manera abrupta, por un lado; y por otro, sin que la Transición sirva ya de supremo salvoconducto a quien tuvo un papel esencial en el camino que llevó de la dictadura a la democracia.(Seguir leyendo)

