Tenía intención de hacer una pequeña crónica sobre la comida heterodoxa que celebramos el viernes en Madrid, pero he tenido que ocuparme del congreso del PSOE, asunto que está más en la ortodoxia. La situación de ese partido se resume numéricamente: 487 contra 465. Solo veintidós individuos (más) se han resistido a entrar en el casino y apostar todo el dinero que les quedaba a una carta chunga. Entre dos males conocidos, siempre el más predecible, hombre. Pero la mitad del PSOE cree en los milagros, aunque sin saberlo, claro. Observo, por otro lado, que los partidarios de la perdedora hacen llamamientos a la unidad. Espero que no hagan caso del mensaje subyacente. Ni uno solo de los descerebrados debería formar parte de los órganos de dirección efectivos. Aunque ¡son tantos!
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Y a lo nuestro. La comida fue grata, civilizada, informal, divertida y, ¡ay!, breve. De no ser por el servicio de transporte exprés que allí se improvisó, gentilmente proporcionado por Archi Taxi Driver, a duras penas hubiera llegado yo al avión: por una vez, el condenado salió a la hora. Hubo, por resumir, mucha pluralidad, contraste de pareceres, gran amplitud de miras, intercambio de información (confidencial, por supuesto) y un ejemplar comportamiento a la hora de establecer los turnos de búsqueda de comida (al buffet) y vigilancia de las pertenencias, que no por estar rodeado de gentes de apariencia respetable, hay que fiarse.
Habrá que repetir.