Al paso que van las cosas, nuestra generación podría pasar a la historia como la que asistió en vida a la desaparición del comunismo… y del capitalismo. Un hito memorable que, en la parte que ahora nos toca, tendría mucho que ver con un error poético (seguir leyendo)

…no.

…eme.

No sé, a estas horas, si fiarme de ciertas portadas; no es el instinto, sino veintantos años -creo- de trabajo en el periodismo, con sus idas y venidas, en sus márgenes o en sus centros más o menos marginales, lo que me inclina a descreer firmemente del pánico que rezuman algunas.  Hay pánico en los merkados, pánico griego, y nunca mejor dicho, y estamos en ver hasta qué punto todo eso podría afectar a nuestras modestas existencias.  

Junto al desastre de la prima, la bolsa y qué sé yo, una entrada de Krugman en su blog ha dado para unos titulares – en El Mundo y El País- que mentan a la bicha: que vayas al cajero y te diga, cortésmente, que no tiene dinero para ti,  ni sabe cuando lo tendrá. Krugman no la ha mentado directamente  en su comentario, pero nuestros grandes periódicos le traducen libremente: dicen que vaticina un próximo “corralito” para España e Italia. Yo le leo  en su blog del NYTimes y no me parece que diga exactamente lo que dicen que dice. Pero el pánico no sólo hace estragos en los merkados, también vende periódicos, oiga.

En cualquier caso, yo  no estoy pensando en fugarme con mis  capitales ni en sacar todo el dinero que pueda quedar en mi cuenta corriente para enterrarlo en el jardín. Me sería imposible por falta de capital y de jardín, pero se puede, no obstante,  fantasear con ello. Claro que yo soy una anticatastrofista sin remedio. El problema del anticatastrofismo es que está poco extendido.  Y si todo el mundo, y los merkados, primero, se dejan llevar por el pánico y se produce  la estampida, los pronósticos que provocaron el miedo,  se cumplen.

A falta de ocupación mejor con que entretener el ocio, parece que la Mesa del Parlament ha acordado echarle una capa de cemento al escudo de armas del buen rey Felipe V que luce en la techumbre de su sede. (seguir leyendo)