The nationalists are the problem

The nationalists are the problem*

Cristina Losada

I do not believe the nation is sacred. Nor I consider its borders fixed. I identify myself with the stoic acceptance of the unavoidable that Vaclav Havel stated in his memoirs regarding the breakup of Czechoslovakia. And with his sadness about it:

I repeat what I have already stated: there is no doubt that something like this happening was positive; however, the separation had a grotesque aspect. If we have suffered any loss this has been no doubt a cultural loss: today our nations have a disproportionately smaller possibility of enjoying their cultural expressions and they have even stopped understanding each other in their respective languages. Our homeland, in a cultural and spiritual sense, has been reduced and impoverished, this cannot be denied.

It seems to me laudable the political thrust that was captured in the Canadian Clarity Act which as opposed to what some people say does not recognise the right of self-determination of the people of Quebec. The Supreme Court ruling, the previous step to this law, clearly affirms that “the right of self-determination cannot, in the current circumstances, be the basis of a right for unilateral secession”. Dion explains this well here.

In this sense, I would consider legitimate -  and it is of course legal – that a proposal to reform the Constitution was presented so that the whole of the Spanish people could decide whether the inhabitants of Catalonia can be given the capacity to express, within legal procedures, if they do want to stay or not in Spain. And one must remember, as this is often forgotten, that this legal path was deliberately rejected by the Catalan nationalism from the very beginning of their separatist drift.

I can subscribe, to a certain extent, what José María Ruiz Soroa said in an article in 2014:”The secession is not a right (it is not a “we want to and that’s it”) but it is a reasonable demand that some of the citizens may pose to their State”. The problems start when we go from “las musas al teatro”; when we translate the possible ways and paths to satisfy a secessionist demand, as reasonable as they may be on paper, to reality. When we take them from the laboratory to apply them in a real scenario: a scenario that we know how it is and how it has been and therefore we know how it is likely to be. Hence, the problems start when the nationalists appear.

As it turns out, it is the nationalists, and no others, that have created the demand of secession in Catalonia. It is the nationalists, no others, the ones that have created the demand for a referendum for the separation of Catalonia. And it is the nationalists, whom during decades of hegemony and in a boundless way during the five years of separatist process, have done this: silenced, marked and intimidated those disagreeing; instigated the hate to Spain; excluded from public life the language of half the Catalan population; rejected that a rich region like the Catalan one would contribute to the development of other poorer ones; fed a supremacism from which they consider inferior other Spaniards.

This is not an exhaustive list. But I do believe it constitutes sufficient and verifiable prove that these nationalists pose a threat to freedom and civil rights. That they are a threat to democracy. Does anybody think they would behave like perfect democrats and that they would respect the rules and fair play if there were authorized to go ahead with their demand for secession? Can anyone, considering these nationalists historical track record, believe such a thing? I am willing to listen to them.

On this issue, I have no doubt. If ways to further progress this demand, of which they are creators and protagonists, were made available, they would win. They would do so and much more because of what they have already done. Moreover, when I think about how their nationalist nation would be, a nation based on identity, not plural but uniform, a nation where freedom and rights will be empty words, a nation where corruption would be left unpunished, I reaffirm myself.

I reaffirm myself in that I would be willing to consider a demand of secession if those asking for it were not the nationalists. But the damned reality is that it is only requested by the nationalists. And as it happens it is not the demand for secession that is a problem. The nationalists are the problem. These nationalists are the problem.

 *Originally published in Spanish in http://www.libertaddigital.com/opinion/cristina-losada/el-problema-son-los-nacionalistas-83289/

Date of original publication: 28th September 2017

 

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Anarcolactantes

Anarcolactantes

José García Domínguez (El Mundo, 2-10-2017)

Toda una cohorte generacional de anarcolactantes catalanes, la de los menores de 50 años que crecieron untando Nocilla en pan Bimbo ante la pantalla de TV3, acaba de descubrir, entre incrédula y estupefacta, que el Estado existe, y que organizar motines insurreccionales con el manual de estilo de Pippi Calzaslargas no resulta tan fácil y divertido como jugar a hacer pompas de jabón en el recreo del cole.

Merced a la impagable labor pedagógica de la Guardia Civil, unos cuantos miles de eternos adolescentes locales entraron en la vida adulta, por fin, a lo largo de la muy agitada mañana del 1 de octubre. Transito vital del que todos deberíamos felicitarnos. El Gobierno estaba llamado a elegir entre quedar bien en el telediario nocturno de la CNN o que quedara algún rastro de la existencia de España durante la emisión de ese mismo informativo. Y eligió lo segundo.

Se nos dijo mil veces que el Estado no podría soportar de ningún modo la foto de adorables niños rubitos llorando desconsolados. Y tampoco la de viejecitas entrañables rodando por los suelos. Pero la única imagen que no puede soportar un Estado es la de la derrota. Y esa, de momento, no se ha producido. De momento. Porque lo de ayer solo fue una primera escaramuza, apenas eso. Esta guerra de trincheras, barro, agentes dobles y traperos mercenarios va a ser larga. Se extenderá, como mínimo, a lo largo de un lustro. Quizá más. Y al final habrá, por supuesto, vencedores y vencidos. Una vez quemada toda su colección completa de máscaras históricas en la pira del procés, el catalanismo no se va a echar atrás. Y el Estado, por su parte, tampoco puede recular. Ya no.

Puigdemont, que a estas alturas de la asonada poco tiene que perder, fantasea con proclamar el Estat Català el próximo miércoles en el Parlament. Pero también Enver Hoxha ordenó establecer la inexistencia de Dios en la Constitución de la República Popular de Albania. Un postrer salto de la rana para tratar de hacerse un hueco junto a Macià y Companys en la mitología martirológica de los cruzados de la causa. Poco más. De modo agónico, sí; teniendo que recurrir a estampas portuarias que rememoran escenarios casi bélicos, sí; sorteando la deserción encubierta de la Administración regional y la insubordinación explícita de su policía, sí; contra viento y marea, sí, pero el Estado todavía existe en Cataluña. Ayer, pese a todo y pese a todos, lo demostró. Pero, con ser ello importante, no fue lo único que se demostró a lo largo de la jornada.

La definitiva quebequización de la querella catalana, esto es, la ruptura en dos mitades de la que en su día fuera una única comunidad política, definidas ambas por rasgos étnico-culturales; el inocultable papel de la lengua materna como variable crítica que explica la adscripción de la población a una u otra de las dos lealtades nacionales en liza, ese secreto a voces, el gran tabú que nadie en Cataluña se atreve a reconocer en público, también ha acabado emergiendo a la luz pública durante el primer asalto del gran combate. La distribución geográfica de los focos de tensión en los centros electorales – casi inexistentes en los municipios y barrios de mayoría castellanohablante, ubicuos en las comarcas del interior y los distritos de las ciudades de predominio vernáculo – resulta inequívoca al respecto.

Corolario de esa falla cultural latente que siempre ha escindido a Cataluña, la que ya no se puede ocultar por más tiempo, es la creciente dificultad para nadar entre dos aguas de Colau y demás pescadores en el río revuelto de las terceras vías. Los mandos de Els Comuns se abrazaron a los convergentes en los barrios de clase media y  media-alta de Barcelona, pero sus votantes de Nou Barris, Cornellá y Hospitalet  no estaban el domingo en las mismas calles, tan anchas y señoriales, de la derecha del Ensanche. Y tampoco en el mismo lado de la barricada. La guerra, ya se ha dicho, será larga. Aún no hemos visto nada.

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El Búho. Vísperas del golpe: Cataluña ante el 1-O

El Búho ha vuelto a salir del nido. Nuestro Podcast está en Ivoox. Este es el enlace al programa: Visperas del golpe. Cataluña ante el 1-O. Con José García Domínguez,  Eugenia Gayo y Cristina Losada:

Podcast Visperas del golpe

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Mi padre y otros amigos de la libertad

¿Había auténticos amigos de la libertad bajo la dictadura franquista? Después de la muerte de mi padre, este mes de marzo, escribí un artículo en el que repaso algunas ideas y tópicos sobre la sociedad española en la época de  la Transición que se han hecho fuertes, a pesar de que son erróneas o tal vez porque lo son.

Mi padre y otros amigos de la libertad 

Desde que la Transición se convierte en relato, compiten dos versiones de ella que  interpretan de forma muy distinta el carácter de la sociedad española de la época. En una, el pueblo español era mayoritaria y activamente antifranquista, y no sólo: estaba por una ruptura cuasi revolucionaria con la dictadura y por un sistema político que ahora llamarían de democracia real;  no una mera democracia burguesa, que es como se hubiera dicho entonces. Si aquel impulso se frustró fue por la traición de las élites, en concreto de las élites de la izquierda.

En la otra versión, el pueblo español estaba mayoritariamente contento con el franquismo, apreciaba la prosperidad lograda y el orden, no echaba de menos la libertad ni se metía en políticas y aceptó el tránsito a la democracia más como algo inevitable que como algo deseable. Asistió como espectador al proceso y se dejó guiar por los reformistas del franquismo que lo pusieron en marcha.

El punto en común que tienen estas dos historias enfrentadas es que en ninguna de ellas hay amigos de la libertad. Los antifranquistas cuasi revolucionarios de la primera versión no lo son, como no lo eran los antifranquistas de una u otra confesión comunista que existieron realmente. Los franquistas pasivos o tibios de la segunda versión tampoco son fans de la libertad, dada su indiferencia al respecto, y hasta se les vislumbra, en el relato correspondiente, una congénita  desconfianza hacia ella, no fuera a traer desorden y libertinaje.

Siguiendo una u otra ruta, escuchando uno u otro relato, la conclusión en este aspecto es la misma: entre los españoles de la época de la Transición no había amigos de la libertad. O eran comunistas o eran franquistas, pero amantes de la libertad y  la democracia, ninguno. Y si los había, cabían en un taxi.

El problema que yo tengo con esa conclusión, además de que huele al típico auto desprecio español, es mi padre.

Porque mi padre, que falleció hace unos días a la edad de  97 años, se contaría, según lo dicho, entre los del taxi: entre los españoles de a pie que rechazaban la dictadura, no eran comunistas,  y querían libertad y democracia para su país.

Seguir leyendo: http://www.libertaddigital.com/opinion/cristina-losada/mi-padre-y-otros-amigos-de-la-libertad-81661/

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El Faro de Vigo publicó este obituario, firmado por el periodista Fernando Franco:

In memoriam: Rubén Losada. El gran testigo de Vigo desde el “Goya”:

http://www.farodevigo.es/gran-vigo/2017/03/09/gran-testigo-vigo-goya/1637469.html

La Voz de Galicia publicó, en su edición viguesa, esta semblanza firmada por Carlos Punzón:

Fallece Rubén Losada, propietario del café Goya vigués:

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/vigo/2017/03/08/fallece-ruben-losada-propietario-cafe-goya-vigues-mediados-ochenta/00031488993915668359270.htm

 

 

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Feliz Navidad

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