En medio de nuestro ajetreo electoral, se pierde fácilmente la perspectiva. Y la perspectiva es Italia.
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En medio de nuestro ajetreo electoral, se pierde fácilmente la perspectiva. Y la perspectiva es Italia.
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Cuando seamos mayores, todavía más mayores, puede que tengamos, en vísperas de elecciones, debates parecidos a estos:
obamamccain1 ; obamamccain2 ; obamamccain3
Transcripción (en inglés): primer debate; segundo debate ; tercer debate
Es decir, debates dirigidos por un periodista -que ha elegido las preguntas, que pregunta y repregunta, que incita a los candidatos a la discusión-; debates en los que no se ven fichas, apuntes ni papeles ni mucho menos esos horrendos infantiles gráficos que aquí han tomado por costumbre enseñar; debates en los que ambos contrincantes conocen las propuestas del otro; en los que no caben falseamientos groseros de la realidad; en los que no se dice: “miente usted” (bellaco), ni “ahora es usted el que miente” (antes mentía yo), sino que se dice: ”eso no es verdad”; y debates ante un público que se ha comprometido a permanecer en silencio y cumple su palabra, salvo cuando recibe en pie y con sentido aplauso a los candidatos.
En fin, quizá algún día.
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Mientras tanto, loquehay:
Rubalcaba trató ayer de mostrar que el Partido Popular tiene una “agenda oculta” y Rajoy intentó hacer llegar el ‘yes, we can’, de Obama. La diferencia entre uno y otro, siendo benévolos, es la que hay entre táctica y estrategia: el del PSOE, quería ganar el debate y el del PP, las elecciones.
El procedimiento que utilizó Rubalcaba en el primer bloque para sembrar sospechas sobre lo que en realidad hará el PP cuando gobierne, esto es, la artillería de preguntas, le hizo llevar la iniciativa política y puso a Rajoy a la defensiva (innecesariamente: podía haber contraatacado), pero tuvo un grave inconveniente: le mostró agresivo y artero; alguien de quien dices: ¡cuidao! Era un llamamiento a la desconfianza. Durante la pausa debieron advertirle, porque en los siguientes bloques se moderó. Se enfundó el colmillo. Al menos, lo intentaba.
A Rajoy, en cambio, debieron de aconsejarle en el intermedio que no se dejara atropellar tan mansamente y algo hizo al respecto. A su medida, siempre comedida. No estuvo agudo, pero a cambio permaneció calmado e institucional (presidencial). Por momentos, tras el primer bloque, que aun tuvo -comparativamente- cierta altura, parecía que asistíamos a una tertulia cualquiera en un día aburrido. Valga como muestra que el gran tema de la segunda parte fueron las diputaciones provinciales. Sacrebleu! Ahí quería yo ver a los primeros espadas. España en vilo.
Dicho esto: creo que las deficiencias, más que a los candidatos, al formato y al moderador, han de achacarse a la falta de entrenamiento. Hemos tenido muy pocos caras a caras. Gran parafernalia cuando hay uno, enorme expectación y, como siempre, sale un ratón.
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El Banco de San Carlos fue una entidad bancaria española creada por Carlos III el 2 de julio de 1782.
Sus funciones básicas consistían en: convertir los vales reales y descontar efectos al 4%; contratar el suministro militar con una comisión del 10%, y pagar la deuda exterior, con un beneficio del 1%. Se pretendía que el capital fuera suscrito por particulares, pero los inversores se mostraron reacios. Por ello, se obligó a comprar acciones a funcionarios e instituciones diversas.
En 1782 se celebró la primera junta, que nombró director a Francisco Cabarrús. Fueron emitidos billetes y se intentó atraer depósitos. El Banco realizó diversas inversiones y en 1793 abrió una oficina en París. En 1790, ante diversas irregularidades, Cabarrús fue encarcelado hasta su rehabilitación en 1796. Durante la guerra de la Independencia, Cabarrús permaneció fiel a José I Bonaparte, mientras que otros gestores se trasladaron a Cádiz. Reunificada la directiva en 1814, el Banco alargó su existencia, cargado de deudas, hasta 1829. El capital restante tras saldarlas se destinó al nuevo Banco de San Fernando.
Fuente: Wikipedia
Para más información sobre los orígenes de la banca en España se puede consultar la muy célebre Historia financiera de Europa, de Charles Kindleberger (editorial Crítica)