Hoy es un buen día para sacar un periódico atrasado; no llamará la atención en el conjunto. Y este reportaje que había guardado (I visited the Y and all I got was this ugly towel, The Wall Street Journal, 25-04-2012) corre, de lo contrario, el riesgo de que me olvide de él.
Se trata del hurto de toallas que sufren los gimnasios en Estados Unidos. Ese robo a pequeña escala le costaba a un gimnasio del YMCA de New Jersey (que perdía una media de 50 toallas al día) casi 50.000 dólares al año. Pero el mal se halla mucho más extendido; todos los gimnasios estadounidenses sufren de un escandaloso robo de toallas.
Igual les sucede a los hoteles. Tan es así que en 2003, el Holyday Inn celebró un Día de Amnistía de la Toalla en toda la nación, con amplia participación de clientes. Recientemente el director ejecutivo de un grupo de gimnasios de Baltimore ha completado un estudio titulado: “Un día en la vida de una toalla”. Su propuesta es ponerles un dispositivo de seguimiento para saber en todo momento donde está cada una.
La gente, por lo visto, no es capaz de contener esa cleptomanía. Cuando el gimnasio citado en primer lugar anunció que no proporcionaría más toallas a los clientes, en 24 horas desaparecieron todas las toallas del centro; todas, robadas.
A finales de los años cuarenta, en la Europa pobretona de la posguerra, Vittorio de Sica filmó una de las cintas representativas del neorrealismo italiano, ”Ladrón de bicicletas”, que como su título indica, se desarrolla en torno al hurto de una bicicleta que el protagonista, un obrero desempleado, necesita imperiosamente para hacer el trabajo que por fin ha conseguido, consistente en pegar carteles. Aquello de robarle la bici al parado – que además la había tenido que desempeñar- era cutre, pero esto, señores, me lo parece mucho más. En uno de los países más ricos del planeta, la gente ¡roba la toalla del gimnasio! Y del hotel, y etcétera.

