Leo en El País un despiece de la encuesta sobre el CIS hecha en noviembre sobre la reacción al comunicado de cese definitivo que hizo la banda terrorista ETA. Se resaltan las diferencias de opinión entre los ciudadanos de la comunidad vasca y los del resto de España. Los primeros dan mayor credibilidad al anuncio que los segundos, por ejemplo. También valoran de distinto modo quién o quiénes han hecho más por lograr ”el fin de ETA” y se pronuncian de manera diferente acerca del acercamiento de los presos: en el País Vasco más a favor que en el resto de España.
En fin, nada de esto puede extrañar. Cuanto más cerca tiene una población el terrorismo -y cuanto más cerca el terrorismo a una población- más se extenderán las actitudes de apaciguamiento. Sin embargo, la interpretación que recoge el autor de la pieza citando a “expertos sociólogos” cuyos nombres no proporciona, pasa de puntillas sobre los efectos de esa cercanía y lanza una causa problemática: “que el tratamiento del terrorismo en el debate político del País Vasco es distinto al del resto de España, dónde con mucha frecuencia se ha utilizado como instrumento político”. Hombre, no. Donde más se ha utilizado el terrorismo como instrumento político es en el País Vasco. No sólo el PNV por aquello del árbol y las nueces, es que la propia ETA y sus adláteres no han hecho otra cosa que utilizar el terror como instrumento político. Parece mentira, Aizpeolea.
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De cómo la pérfida Albión ha conseguido aislar al continente y la prensa es la última en enterarse.



